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16.5.13

La campana de cristal - Sylvia Plath


-Esther, ¿has visto un hombre alguna vez?
Por la forma en que lo dijo, supe que no quería decir un hombre corriente o un hombre en general, supe que quería decir un hombre desnudo. 
-No- dije-. Sólo estatuas.
-Bueno, ¿no crees que te gustaría verme?
No supe qué decir. Mi madre y mi abuela habían empezado a insistir mucho últimamente en la cuestión de cuán fino, limpio muchacho era Buddy Willlard, proveniente de una tan fina, limpia familia y que era la clase de persona para la cual una chica debía conservarse fina y limpia. De modo que, realmente, yo no veía nada malo en lo que Buddy decidiera hacer.
-Bueno, muy bien, creo que sí- dije.
Contemplé a Buddy mientras bajaba la cremallera de sus pantalones vaqueros y se los quitaba y los ponía sobre una silla y luego se quitaba los calzoncillos. Luego, simplemente se quedó parado frente a mí y yo seguí mirándolo. No pude pensar más que en el pescuezo y la molleja de un pavo y me sentí deprimida. 

Fotografía: Robert Frank

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